jueves, 26 de diciembre de 2013

Destrazados I

"Hueles a orines, tabaco, alcohol y sexo".

"¿Y eso no es sexy?"

 "Para nada"


                       

domingo, 22 de diciembre de 2013

"Little People"




Con pasos más torpes que los de una sirena  sobre tierra firme, la figura encorvada avanzó lastimeramente por las calles silenciosas y oscuras de Madrid. Las colillas en el suelo la hicieron tropezar,  por lo que tuvo que aferrarse a un fétido contenedor para no caer sobre los adoquines sembrados de orines. Tan solo necesitaba la ayuda de una persona, una sola persona y podría continuar su camino.

Se enroscó alrededor de su manta hecha girones con esperanza de hallar calor en ella. El vaho  surgía de entre sus finos labios de manera entrecortada, tal como su respiración. Cuando la anciana alzó el rostro hacia el cielo, la Luna albina iluminó sus arrugas ausentes de experiencia. Contempló su expresión envejecida en el reflejo de una ventana rota. Como respuesta, un gruñido de rabia surgió desde lo más profundo de su garganta. Sus dos perlas grises carentes de pestañas, se habían desgastado hasta asemejarse  a los  ojos de una rata. Sus labios, una vez rojos y gruesos, parecían no existir ahora, todo lo que quedaba de ellos era una abertura oscura que daba paso a una dentadura desgastada e incompleta. Y su cuerpo…, prefería no tener que evocar la imagen de su cuerpo.  Nublada por la ira, alejó su enmarañado cabello de su rostro, y consiguió continuar su camino. ¿Cómo habían logrado hacer de ella aquello? Con lo que había sido; una ladrona de corazones, el terror de Afrodita…

Con paso torpe alcanzó una placeta flanqueada por varias farolas, de las cuales tan solo una funcionaba. La luz intermitente de esta iluminaba a un muchacho encapuchado que se recostaba sobre la misma. Tarareaba armoniosamente, inmerso en sus pensamientos y distraído con un Mp3.

Al verle, la avidez se atoró en la garganta de la anciana. Tal fue su ansia por alcanzarle que tropezó y cayó sobre el suelo. Emitió un grito quejicoso, y cuando trató de levantarse, no lo consiguió. Había estado tan cerca de conseguir su ayuda, ahora ni siquiera podía tenerse en pie. A la espera de la risa burlona de la muerte, la anciana se rindió al suelo. No debió de adelantarse a los acontecimientos, ya que cuando menos se lo esperaba, una voz jovial le ofreció la ayuda que tanto había estado deseando.

Alzó el rostro y ahí estaba el muchacho. Guapo, era tan guapo, sus rizos cobrizos asomaban por la capucha como los cuernos de un caracol. Y aquellos ojos…., parecían más puros que la albina Luna. Cuando la contempló a ella, sentimientos contradictorios  asomaron su rostro; algo entre miedo y lástima.

La anciana alzó una mano temblorosa y rogó por su ayuda. Tras un momento de duda, el joven la tomó de la mano y la ayudó a levantarse con una expresión cordial.

Entonces ella sonrió. ¡Lo había conseguido! Tenía su ayuda, tenía su… ¡Corazón!

Casi de forma despistada, las uñas mugrientas de la anciana se hundieron en el  pecho del muchacho, quién se puso rígido al instante. De sus jóvenes labios brotó un jadeo entrecortado, y el pánico, aunque de manera tardía, sustituyó a la incomprensión de sus ojos.

La mano de ella hurgó entre huesos, músculos y cables hasta dar con el órgano principal. Rodeó el corazón entre sus escuálidos dedos y apretó. Vio como el chico se quedaba sin aliento y luchaba por evitar que su espíritu abandonara su cuerpo. Pero ella continuó apretando hasta que las arrugas dejaron su rostro, hasta que su cuerpo se irguió, hasta que la mirada felina regresó a sus ojos y hasta que sus sensuales labios se llenaron de nuevo. Entonces fue una joven muchacha quien tuvo que sujetarle a él. Apretaba con tanta decisión su corazón, que este terminó por salirse del pecho.

Ella se aseguró de que lo último que viera el chico antes de caer sin vida, fuera su sonrisa satisfecha mientras sostenía el órgano todavía bombeante entre sus elegantes dedos. Lamió la sangre que manchaba su brazo y tiró el corazón contra los barrotes de una alcantarilla. A lo largo de su columna se deslizó un escalofrío de placer contenido.

Apagados los quejidos, la calle se sumió en silencio a excepción de sus jadeos extasiados, y algo más... Un ronroneo seductor asomaba desde uno de los chismes que el joven había estado sujetando antes de morir. La muchacha se inclinó de manera elegante para recoger el Mp3 de las todavía cálidas manos de él.  Colocó los cascos en sus oídos y al momento de escuchar la canción, un sonido lastimero se escapó de sus labios.

─Oh…Kasabian…, ahora me arrepiento de haberte matado a ti y no a otro.No le dio muchas más vueltas. Giró sobre sus talones y se alejó del cuerpo como un felino recién despierto─. “…Walking in circles with the human race. And  all the little people they want to be free…”






"QUEEN of my own kingdom"