Decían que tenía manos de hada, textura de seda y la mirada de un océano
infinito. Que su voz tocaba el alma de quién la escuchaba, que su risa
provocaba la más divina de las sensaciones, y que sus lágrimas sabían a cielo.
Quien la tocaba, no podía olvidar ese hecho, quien la miraba era incapaz de borrar su imagen de sus recuerdos para
el resto de sus días.
Sus labios, recordaban a los pétalos de una rosa y su
cuerpo, a la delicada figura de una bailarina encerrada en una caja de música.
Cada movimiento que realizaba, cada parpadeo y cada bocanada de aire, daba vida
a un bosque entero. De sus pies descalzos se desprendían flores silvestres.
La
magnitud de su belleza sin embargo, podía ser derribada con tan solo un soplido
de aire tóxico.